Muchos de sus contemporáneos criticaron la idea de crear semejante infraestructura, la consideraron un derroche o la vieron inviable, pero de hecho se llevó a cabo y permitió ampliar en la propia cuenca del Ebro tierras de cultivo y regadíos, asegurar cosechas y evitar las frecuentes crisis de subsistencia de la época, además de servir como vía de comunicación comarcal.
De haberse llevado hasta sus objetivos finales, Aragón hubiera incluso contado con salida navegable al mar. Qué duda cabe de que nuestros últimos 200 años de historia habrían sido algo diferentes en ese caso.
En 1786, cuando las aguas del canal llegaron a Zaragoza, Pignatelli mandó levantar una fuente para celebrarlo y en ella una inscripción:
Incredulorum convictioni et viatorum commodo
Para convencimiento de los incrédulos y alivio de caminantes. Desde entonces es conocida como la Fuente de los Incrédulos.
Qué tiempos los que vivimos: quizá hoy nos falten Pignatellis, pero desde luego no nos faltan incrédulos.
1 comentario:
Incredulos no se, pero Pignatellis os faltan pero a patadas.....
Casi lo podiais clonar......el unico que ha hecho algo en Aragon con el agua.......
Si hubiese hecho como el del botijo: agarrarlo con fuerza y solo hablar, ahora no tendriamos ni donde poner a remojo los patos......
Amunt!!!
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